miércoles, 1 de abril de 2009

Proyecto "Libro Libre"

La idea de Libro Libre lo había mantenido distraido en sus asuetos durante mucho tiempo, lo había conmovido. La consigna era leer un libro y luego abandonarlo en algún lugar público tras estamparle en la primera página la nómina distintiva: Libro Libre.
Era una tentaiva de incentivar la lectura y promover la solidaridad, dos en uno, combo de valores. Se sentó en el banco de la plaza y, tras hacerse el distraído, abandonó un tomo nuevecito de La metamorfosis, de Kafka.
Dispuesto a realizar un seguimiento atento de la senda que el libro tomaría, como siempre lo había hecho, como siempre su obsesión había mandado,le había colocado, como siempre, un chip en la cara interna de la contratapa.
Se imaginaba decenas de firmas y decenas de Libro Libre escritos con diferentes colores, con distintas caligrafías... Imaginaba una cadena recursiva de lectura y de solidaridad.
Luego de unas horas de haber dejado el libro, el GPS le indicó que el volumen se había despegado del banco blanco de la plaza y se dirigía en dirección a Recoleta. Se sintió satisfecho, el inicio de las peripecias del libro acaba de dar el primer paso.
Sin embargo pasó una semana y el GPS anunció que el libro no se había movido de la calle donde aterrizó luego de que el primer lector lo tomara del banco; se excusó pensando que no todos tenemos la misma rapidez de lectura, que otros somos más lentos para la lectura y que debía darle más tiempo.
Pasadas tres semanas concluyó que era un libro lo suficientemente breve como para haber sido finalizada su lectura ya y restituido al circuito de recambio al que él, solidariamente, lo había adosado.
Dejó transcurrir otra semana, por amabilidad, una semana en que la ansiedad lo invadió varias veces indagando el destino del libro, había pasado por su cabeza visionaria una idea más macabra, más tétrica, como respuesta a la demora inédita del lector, una respuesta perturbadora de lo que podía haber hecho que ya esa persona no tocara el libro...
Y como un investigador privado, luego de la tregua, constató nuevamente la inmovilidad del tomo de La metamorfosis y salió dispuesto a resolver el enigma.
Un mar de ideas se le cruzaron por la mente. Cosas como que quizás en esa casa de Recoleta habitara familia numerosa, y que todos desearan leer el libro antes de restituirlo bajo la premisa de Libro Libre (en ese caso él haría el gran ridículo al llamar a su puerta), o que quizás el que lo levantó por primera vez se hallara enfermo o ciego, y que estas cuestiones le impidieran leerlo, en tales circunstancias el libro debería ser dejado en otra banca... o quizás en otro sitio... o quizás, debería ser leído oralmente al ciego... incluso al presumible enfermo. Pero y si... ¿había muerto...? ¿si en la casa yacia su cadáver insepulto, solitario, corrupto? ¿podrido?
Y en estas cavilaciones siguió un rato, mientras el bus lo llevaba a Recoleta. No dejó de aturdirse con la imagen de un hombre netamente agusanado sino hasta que el sonido del GPS lo sacó del ensimismamiento. Indicó movimiento. Un trayecto corto, pero contundente, que iba desde la casa en cuestión hacia otra casa, en la esquina.
Se emocionó, pensó que entonces el lector no yacía muerto, ni agusanado, ni insepulto y que, por fin, había finalizado la lectura del libro y, como muestra de gratitud ante tamaño obsequio de la vida, lo había firmado debajo de la leyenda Libro Libre, y lo había dejado en lugar público a la espera del próximo fortuito lector gratificado con su lectura.
Aún imaginando esto, decidió bajar en la parada más cerca del domicilio en cuestión, pues ya había pagado boleto y se hallaba cerca y, además, no estaba de más comprobar lo que su intuición ya le certificaba.
Saludó al chofer del colectivo, de lo feliz que estaba hizo un rápido ademán de saludo a los pasajeros, y descendió del micro dando un saltito. Cruzó la plaza, encontró bellos a los perros, a sus dueños, al orden entero que el mundo le ofrecía en ese preciso momento.
La decepción vino al llegar a la casa de la esquina, allí donde se suponía que debía estar el libro de tapas marrones titulado La metamorfosis, pues no había nada a la vista. Tocó la puerta de la casa para cerciorarse de que allí efectivamente se había recogido del suelo un tomo de Kafka.
-No, señor, yo no leo, nadie ha metido un libro en casa desde hace años...-respondió una señora ligeramente sorprendida por la pregunta.
-Gracias-dijo él-lo que pasa es que el GPS marca exactamente acá, en este momento preciso...
Pero la mujer arqueó las cejas, con el cucharón de la sopa en la mano. Confundido pidió disculpas y ella cerró la puerta.
Dio media vuelta, caminó volviéndose a la parada, el GPS seguía clavado en la casa de la mujer que no ingresaba de hacía años un libro al hogar.
De repente recordó algo. Su cara se transformó. Le había dado una oportunidad más al mundo de demostrarle lo contrario de lo que él venía presintiendo. Una vez más, se sintió decepcionado. El rostro se le puso de un color lívido, sanguíneo, caminó a grandes zancadas, casi corriendo hasta llegar nuevamente al lugar indicado por el localizador.
Levantó la tapa del tacho, terriblemente herido en el orgullo, sacó con bronca La metamorfosis del contenedor.

20 comentarios:

Druida de noche dijo...

Muy buena historia...!! Excelente aunque algo decepcionante...Pero la idea de un libro itinerario de un lectura colectiva (con GPS incluido) es buenisima...

besos

JP dijo...

-- noelia, en la ciudad mexico lo implantaron y los libros andan rodando por doquier, vamos no hay que ser tan pesimista, tu y yo somos parte de esa que ama todavia leer (mmhhh, aunque pensandolo bien no he leido ultimamente ningun libro, solo tus hermosos posts), gracias Noe!

Martín Gardella dijo...

Noe, muy original la idea. Me gustó mucho, como de costumbre. Te agregue a los blogs recomendados en el mio. Siempre hay algo interesante para leer aca. Saludos

Nelson dijo...

Muy pocos leen, muy pocos. Por otro lado, este relato está muy bueno.

Raymunde dijo...

Una amiga que se recorrió América del Sur de abajo arriba me contó que en la cadena de hostales donde se alojaba había un curioso sistema de intercambio libre de libros: resulta que esos hostales tenían bibliotecas a disposición de sus clientes, mochileros en su gran mayoría, bibliotecas de las que estos podían sacar cualquier libro y llevárselo, a condición de que dejaran otro a cambio.
Tu relato me recordó ese sistema de compartir lectura con los demás viajeros.

Muy bueno el relato. Ya quedan pocos de los que saben apreciar un Kafka.

AbrazoS

Unknown dijo...

ay Noe, que gran placer me da venir a leer tus geniales historias. En este caso en especial, te cuento, que en mi negocio (que no tiene nada que ver con una librería) tengo 10 libros libres. Mis clientes se lo llevan lo leen y los dejan de nuevo para un nuevo lector. En más de una oportunidad me pidieron alguno que otro para darles a gente que vive en el interior y por supuesto que se los llevaron. Me encanta ver que hay mucha más gente que lee que la que yo pensaba.
Un beso enorme.

Diego dijo...

¿Existe ese sistema? Creo que yo no sería un buen participante: si encuentro un libro en la calle, por más que diga lo que diga, me lo quedo. Y no estaría del todo mal, pues además de hacerme con un libro (y de Kafka nada menos, aunque sea repetido), también cuento con la chance de que una desconocida toque el timbre de casa. Quedármelo, pues, abriría todo un mundo de posibilidades... Un abrazo.

m dijo...

Noelia,
esta historia está buenísima...

yo que trabajo en el mundo editorial, puedo decir que el porcentaje de personas que leen va creciendo cada año a pasos agigantados, y esta idea de "libro libre" es fantástica...

te sigo atentamente con mi lectura

sonrisas...

Jimmy dijo...

Sería ideal un proyecto así, leer e ir dejando los libros regados por ahí a la espera de otro lector que lo lea y comparta el mismo entusiasmo pero es tan triste saber que tan poca gente lee.

nunca contentos dijo...

Si la energía es algo que no se destruye, sino que se transforma, la emoción generada por la lectura de un libro, debería quedarse impregnada en sus páginas para que, al ser leído por otra persona, se transforme en la emoción que ese otro sujeto perciba...

Hermosa cadena. Hermosa energía.

Justine Redenaque dijo...

Me encanta tu cuento, NoeliaA. Corrige: Nadie a metido un libro en mi casa.
Besos.

Esteban Ramon dijo...

Noelia, el blog me parece buenisimo. El post no deja de ser una idea curiosa pero fascinante.

Wilmer Avila
OREJAZUL

Julius Contreras dijo...

Je... la persona que lo tomó ni siquiera le dio una oportunidad al librito y lo tiró al tacho. Una historia que podría ocurrir en un mundo tan mediático y audiovisual. Preferimos una revista de vidas de reyes o de chismorreo a un texto con una enorme riqueza. Después estamos que damos verguenza en las conversaciones y los chats. Un abrazo.

El perro andaluz dijo...

Hay un artículo al respecto, escrito por un periodista peruano, llamado Beto Ortiz. Apenas lo encuentre te lo mando. La idea me parece genial, pero difícil de llevarse a la práctica. A la gente le puedes regalar libros, pero igual, no los leerán.
El hábito de la lectura no se inculca en las escuelas, en las que se pretende obligar a leer lo que mande el profesor, y eso es una aberración.
El tema da para más, pero no quiero hacer un post del comentario.
Besos.

NeweN dijo...

Conozco un cuentero que levantó la cruzada "DA UN LIBRO" en Santiago de Chile, entiendo que existe también en Valparaíso. Y él debe sentir esa desazón del padre que es tan liberal como para dejar salir a sus hijos, pero le angustia saber dónde están. Si le cuento lo del GPS, se va a la ruina regalando libros o pagando abogados por acusaciones de hostigamiento a los lectores "libres".
por si te interesa. te doy links:
http://www.daunlibro.tk/
http://www.daunlibro.blogspot.com/

Como siempre, tus juegos dan para conversar por horas.

Saludos
Buen cuento. claro que revisa cacofonías ("como siempre")

Óscar Martín Hoy dijo...

Hay un proyecto de liberar libros llamado bookcrossing. La página de Argentina es ésta: http://www.bookcrossing.com.ar/

Para buscar las de otros países supongo que bastará buscar en el google 'bookcrossing', como he hecho hace un momento.

Yo vi un par de libros liberados en España (uno en una biblioteca, otro en manos de un amigo) y liberé uno (Madame Bovary) en la estación de Buquebús de Buenos Aires, aunque no lo registré, sólo le añadí un papel en el que escribí "¡Libro gratis!"

No sé si la idea funciona, seguro que muchos tirarán a la basura el libro como el de tu cuento o se lo quedarán en casa, pero es una idea muy de cronopios, está bien hacer eso. Si quieres intercambiar alguno, por mí encantado.

Diego dijo...

Acabo de enterarme que en Madrid también existe esta práctica de compartir libros, y que en Londres han empezado a repartir libros para la gente que viaja (igual que se hace con los periódicos). Cuando leí esta entrada me pareció curioso, pero al parecer está más extendido de lo que creía. Por suerte. Un abrazo.

MaríaCv dijo...

Muy buena historia. Me hizo recordar que una vez liberé a mi primer Rayuela en Bariloche... Santiago de Kovadloff escribió - no recuerdo en cual de sus ensayos-que el libro q se libere debe ser muy o el más querido del que lo suelta, y la Metamorfosis es uno de esos... un saludo, gracias por visitarme y te felicito por el blog.

Juan dijo...

Yo soy ese cuentero al que se refiere NEWEN...

Juan dijo...
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