—Vino el de la rifa — sostiene ante la mirada incrédula de la hija—. Traía plata, dejó el paquete sobre el sofá. Dijo que tuvimos mucha suerte, que había un millón de bonos jugadores. Debe ser porque vos, Delia, le rezás tanto a San Benito, si Bertha hiciera lo mismo, siempre tan apática, por eso se quedó sola, con esa cara de buldog.
—Mamá, soy Bertha— corrige la otra mientras explora distraidamente el sofá—. Decile al señor Alzheimer que la próxima vez no se robe el dinero del premio.
7 comentarios:
Por suerte yo no me olvido volver una y otra vez aquí para seguir la historia. Nos vemos pronto.
Me gustó =)
jeje, muy bueno. Estoy empezando a seguir la saga.
saludo!
Malditos alemanes...
Saludos
J.
jaja, muy bueno.
beso
dru
Qué tristeza que hay debajo de tus líneas...
Por cierto, ¡muy bueno!
¿Cómo es el nombre del alemán que me esconde las cosas?
Saludos desde muy lejos
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