lunes, 18 de febrero de 2013

Todas las enes, la ene...




Cuando N abrió la puerta, N y N, que cuchicheaban junto al mate, callaron repentinamente. N asomó desde la cocina para decirle a N que pasara junto a N y N a tomar unos mates. N pasó con desconfianza. N le cebó uno espumoso y N le alcanzó el plato con galletas. N vino de la cocina limpiándose las manos en el repasador, comentó con desaire que hacía desde el domingo que no veía a N.

Así que N miró a N como si nada, porque no era N sino N, y chupó lo último del mate, mate que luego devolvió a N. En medio de la tensión, N quiso romper el hielo ofreciendo a N, N y N la bandeja con galletas, pero sólo N tomó una, y ni siquiera se la comió, comenzó a mordisquearla como el que se alimenta sin hambre ni antojo. Entonces,  N se levantó con indignación y delegó el mate a N con mucha rabia, aunque supiera bien que no era N quien cebaba, sino N, y que no era el turno de N, más bien de N.

 En eso, golpearon  la puerta, tres veces, como era habitual, a las nueve en punto. N, N, N y N no se movieron. Volvieron a golpear.

—¿Hay alguien ahí?—dijo con furia la voz de N desde afuera.

—Nadie—dijeron todos—. Ninguno de nosotros.

N amenazó con llamar a N si no le abrían, trató de negociar e hizo uso del chantaje, ofreció coima, pero nada.

—¿Alguna vez van a atenderme?

—Nunca. Ninguno de nosotros.

Así que N accionó el picaporte. Cruzó el corto pasillo que separaba la entrada del comedor, y se mezcló, y ya no pudo distinguirse del resto...

—¿No saben si N alguna vez hizo algo por N?—preguntó N.

—No. Nada por nadie nunca—contestó N sin emoción.

N encendió el televisor. Se rascó la barbilla. N miraba con culpa las galletas. N chupaba del mate tontamente. N especulaba. N contemplaba la pantalla de la tv. N se defendía sin que ninguna N lo atacara. N exclamó señalando a otras N en la televisión:

—¡Nepotismo...!

—¿Nosotros...?—dudó N.

—No...—negó N.

—Nunca...—se ofendió N.

—Nada...—recalcó N.

—¡A nadie!—concluyó N.

A tiempo y diligentemente N asomó por la puerta de servicio con una palangana y una toalla en el hombro. Con tono de nodriza mal pagada ordenó lo predecible:

—¡Vamos, todas las N, a lavarse bien las manos!





3 comentarios:

Marisa dijo...

Creatividad no le hace falta a tu relato, Noelia .
He podido descubrir a través de tu texto la importancia del nombre del personaje para identificar caracteres. A través de esas variadas N (que en realidad son X) juegas con la imaginación del lector en torno al elemento narrativo del personaje, que da un respiro cuando lee la última línea de tu texto y algunas incógnitas se despejan.

Como siempre, brilla tu ingenio.
Un beso, N.

Noelia A dijo...

Siempre me gustan tus interpretaciones, Marisa. Me has ayudado a despejar X O mejor dicho, N!

Un abrazo

José A. García dijo...

Lavarse las manos es siempre muy importante.

¿Por qué será que a la gente le gusta tanto esconderse detrás de cosas tan raras como los nombres?

Saludos

J.