martes, 12 de mayo de 2015

   Luis y Bea en el patio, discuten. Es la primera vez que los descubro reñir de esa manera. Ambos están totalmente seguros de lo que dicen, y eso es, al parecer, una paradoja, porque esa planta que compraron o bien es una crásula ovata gollum o bien es una crásula ovata hobbit. No puede ser, al mismo tiempo y en el mismo sentido, dos cosas distintas . Se confrontan tan ásperamente que Gloria, que estaba a punto de irse, fiel a su instinto hiperkinético, se ha quedado tiesa contemplándolos.
   Luis se aleja momentáneamente de Bea, le da la espalda, escribe en un papelito algo y lo abrocha al borde de la maceta con una engrapadora. A Bea la actitud le provoca un insulto, y levanta la voz sin que sea necesario. Entonces él, sin ninguna delicadeza, arranca el cartelito recién abrochado, y tira  la maceta al suelo. La crasa cae, se le desprenden algunas hojas, si es que son hojas esas extremidades troncales y carnosas, que bien podrían ser la oreja de un ogro, si es que los ogros tienen las orejas así.
Ella se ofende. Tiene razones suficientes para hacerlo si tenemos en cuenta que mañana expondrán en la feria todos los ejemplares que vegetan en los estantes del patio, más la nueva innombrable que se ha despatarrado en el suelo y tardan en recoger. Bea la alza con un movimiento de madre indignada, y parece que la reacción le ha parecido exagerada a él también porque lo veo tomarle la carita redonda a su mujer y decirle algo al oído, algo que se me ocurre una disculpa, una promesa, un pedido de permiso para irse a tomar un valium, por favor. Y algo así debe ser, porque Bea dulcifica la expresión de la frente y de la boca, tan delatora de sus emociones, y le devuelve un beso en el cuello.
Reconciliados del altercado, quedan mirando al nuevo especimen, airoso, desafiante, casi ileso.
   Luis le susurra que no se preocupe, que ya va a llegar, que a él le da lo mismo, que ella lo sabe. Es un susurro que escucho claro porque no hay viento y porque la radio, contra lo usual, está apagada. Ella replica que no es su culpa, y él la consuela ratificándola. Los observo besarse, tomarse de las manos y detenerse frente con frente en una contemplación tierna que, a la vez, encubre algo de disconformidad, de planificación frustrada, de pan que en la puerta del horno se nos quema, como dice Vallejo.
   Le dan unas miradas más a la pobre crassa, oriunda andá a saber de qué páramo desolado, como queriendo endilgarle la responsabilidad de todo. Cuando se aproximan a la puerta ventana hago como que tecleo distraída.
   ―Ya que tenés la notebook encendida, hacenos un favorpide Luis.
   ―digo, emulando sorpresa.
   ―Chequeá este nombre que te voy a deletrear, pero primero poné en imágenes.
   Selecciono en el buscador la modalidad que me pide.Bea se ha quedado mirando el piso como si la planta ya no le importara, sino más bien aquello otro que ha hecho que ellos se pelearan por ella.
   ―Crásula ovata gollum. Esa última palabra es g, o, l, l, u, m. Las otras tal y como suenan.
   Tipeo el nombre, ambos se aproximan a la pantalla. Las fotos que aparecen concuerdan con el ejemplar recién adquirido. Bea pone cara de derrotada.
   ―Ahora buscá ahí mismo: crásula ovata hobbitsugiere, deshauciada H-o-b-b-i-t.
   Pienso que el gollum y el hobbit no son el mismo adefesio, pero hay tantas inconsistencias con los nombres de las plantas que si vienen de una misma saga es todo un éxito. Tras el enter se reproduce en la pantalla la misma planta que en la búsqueda anterior. Es como decir crásula roja y crásula colorada.
   Bea lo mira, sonriente. Él le sonríe y se pone a hacerle cosquillas para erradicar ese sedimento angustioso que todavía se le resquebraja en el rostro, esa especie de fugamina instantánea.
   La puntita del iceberg se va resumergiendo, esa cosa subterránea que les invade los ojos como una capa fina, de vez en cuando, como una lente sepia, y que de a rato los hunde, como un lastre. Pesado, pesado, como con un yunque en los pies, y nadie de los que estamos presentes podemos rescatarlos. 
   Gloria, que está a mi lado, inusitadamente callada, extrañamente cavilativa, es incapaz de descubrir el eje de los conflictos, porque la hiperactividad, la ansiedad por ir más allá le vela la contemplación.
   ―Solo podrían pelear por algo en lo que están absolutamente de acuerdoreflexiona, sin embargo, cuando ellos ya se han ido. Y tiene razón.

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