Cómo hacer para prolongar la vida
de una estación, si las estaciones son el Fénix más perfecto; fragmentos que al
perpetuarse perecen. Es como pretender prolongar un segundo. ¿Cuánto se puede
prolongar un segundo sin que se convierta en dos segundos, en diez segundos, en
treinta segundos o en un minuto entero por fin y hablando claro, quizás en una
hora, un día o un año?
Sólo lo subjetivo puede ser
universal, porque el universo está
habitado por sujetos. Cada gran espejo es una partícula capaz de
reflejar una determinada incompletud. Vista así la pequeñez es la cosa más
grande.
Algo me dice que vengarse de una
venganza es deshonesto, quizás admisible sólo en caso de que la venganza
original sea considerada ilegítima o abusiva. Pero qué es ilegítimo y qué
abusivo. Cómo vengarse del silencio, este silencio en que el retirado posee una
reserva insondable de palabras y un banco inagotable de sospechas.
Las estaciones no pueden
extenderse, concluyo, la anterior ha de haber muerto irremediablemente. El
otoño es la crema exfoliante de la naturaleza. Acabado el velorio y el
entierro, las palabras son las hojas que rezan debajo de mi pie. La venganza es
no interrumpir la venganza. Que el silencio se tope con el silencio y que se reproduzcan.
No sé en qué noche te perdés, qué
cortinas abrís y qué ventana trancás a las cuatro de la mañana. ¡A las cuatro
de la mañana! Qué escribís o cómo hacés con la paranoia, sabés, tu paranoia
anoche vino a visitarme. Se me coló en el sueño. Tenías tu cuaderno de forro de
araña azul, estabas en piyama y fumabas de los tuyos. Yo estaba en camisón y
con mi cuaderno de forro de araña rojo. Me extendías una cajita cubierta de
terciopelo. Un reloj para zurdos que corría para atrás me regalabas. Te lo
revoleaba a la cara. Te golpeaba el pecho con la mano abierta y me gritabas. Me
decías rojilla mientras intentabas besarme la comisura de los labios, y yo te
contestaba cianótico mientras trataba de cazarte de las manos. ¡Cianótico!
Término clínico que acabó por causarme claustrofobia. Replegada, con la frente contra una pared
respiré profundamente para que la cianosis no se me esparciera y terminara yo
tan indiferente como un pitufo promedio.
No sé lo que ibas a decir cuando
corté con ese enfrentamiento absurdo dándome vuelta en la cama. No sé lo que
ibas a decir cuando te aterraste y
empezaste “vos sos sólo...” con ese tono, siempre el mismo, que usás para decir
todas las cosas. ¿A quién puede interesarle lo que tenga para decirle alguien
que le espeta un “sólo”? Un “sólo” a quemarropa. Vos y yo no cabemos juntos en
un sueño.
Entonces éste es el otoño, ni más
ni menos. La crema exfoliante. El despojamiento sucesivo. El silencio crujiente
de la hojarasca que habla por inercia como la ninfa Eco. La indolencia que le
resta a cada cosa gastada, si es que se puede gastar lo que no se estrena. El
eco. El silencio al que responde el silencio. La venganza de la venganza.
Definitivamente el olvido.
4 comentarios:
¿Cómo saber cuándo algo vale verdaderamente la pena ser extendido o no? ¿Cómo reconocer, luego, el error...? ¿Con qué cara mirar hacia el pasado?
Saludos
J.
Esplendida narración con sueño interactivo de lo más interesante. Has descrito una pieza teatral. Caramba, ha sido fantastico leerlo.
Un abrazo. Franziska
El violeta es la simbiosis del rojo y el azul, de la pasión y de los sueños.
La venganza, tiene un color muy oscuro, es tan negra que hasta la oscuridad de la noche la teme.
No creo que el olvido sea venganza sino el comienzo de un nuevo arco iris que nuevas retinas podrán apreciar y admirar.
Brindo por esas tonalidades exentas de cianuro.
Un beso, Noelia.
Gracias, gente, por pasarse, leer y dejarme los comentarios que leo! Abrazo para todos, estaré pasandome por sus blogs.
José, Franziska, Marisa, un abrazo
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