La mesa que me tocaba también era la de Saramago. Una
situación improbable dado que la que convoca la A está lejos de la
que convoca la S, pero ahí estaba él en la cola, dándose vuelta para
hablarme después de menear la cabeza:
―Y… ¿a quién votamos?―preguntaba.
―A Randazzo―respondía yo, surrealista―. También podría
ser al Frente de izquierda. ¿Usted qué cree?
Ninguna de las alternativas eran factibles porque
transitábamos el balotaje de Scioli versus Macri y había que desempatar y
punto. La cola avanzaba y seguíamos pensativos. Tantas cosas para decirle a una
persona como esta y cuando te la encontrás, nada, mutismo.
―Usted debería postularse―dije.
Él se rió, zarandeó la cabeza como al principio y suspiró.
Yo no podía dejar de mirarlo.
―Los muertos no podemos posturlarnos, solamente votar.
―Claro.
Le tocó el turno y lo vi desaparecer tras la puerta del
cuarto oscuro. Tuve temor de que no regresara, de que no pudiera saludarlo y decirle,
como cada vez que lo topo: Me gustan todos sus libros, todos los que he
leído y también los que me faltan y los que aún no escribe.
Cosa vana soltarle esto, pero inevitable,
cosa redundante para sus oídos. Cosa que le terminé soltanto y a la que me
respondió igual que siempre:
―Los muertos no podemos escribir, solamente leer.
Sentí su apretón en mi hombro y lo vi perderse en el gentío
de la escuela. Ya me tocaba pasar. Pero me desperté.
3 comentarios:
¡Que lindo sueño!
Me gustaría un sueño así y sabes con quién querría encontrarme, con Manuel Mujíca Laínez. Un abrazo, muy buena entrada.
mariarosa
Gracias, querida Maria Rosa. Mujica Lainez, ¡buena elección! Un abrazo enorme y buena semana.
Un abrazo Noelia; yo también estimo a Saramago aunque sus últimos libros no tanto.
Publicar un comentario