Se está crispando, y no sé por
qué. Tiene el pelo más enquilombado que nunca, pero rehúsa atárselo. Lo irónico
es que así le sienta bien, va con su naturaleza. Sus ojos me miran fijo, sus
manos me sostienen del mentón, busca no sé qué cosas escarbándome la vista con esos
punzones verdes.
—Juan María... ¿qué?—replico, más
desconcertada que nunca.
—Te dije que me llamaras Juanma.
Echo un vistazo a la gente allá
en los toldos de la feria, la veo a Gise acomodando sahumerios en vasitos
cónicos. Me llega el olor de la malva. Lucas está chiflando para convocarnos a
comer. Juanma me aprieta fuerte y me suelto. No es un adolescente seguro y
revoltoso, es tranquilo, de los que creen que hay algo que demostrar.
—¿No es María, no?
—Sí, pero no me gusta.
—Lo que te fumaste, Juanma.
—No.
—¿La fumaste?
—No.
Lo agarro de la muñeca y le volteo
el brazo. Tiene un algodoncito puntillosamente sujetado con cinta ancha de
primeros auxilios color celeste, está firmada por dos personas, como rito
iniciático. Empapado el algodón. Se lo quito para ver el desastre, pero descubro
que no se ha pinchado a lo novato, de modo que debieron inyectársela.
—Qué te pusiste. Se te va a hacer
un moretón enorme.
—¿Te importa?
—El moretón, no... ¿qué te
metiste, nene?
Se encoge de hombros, con el
labio inferior perdido adentro de la boca intenta gobernar el movimiento casi arbitrario
de sus ojos. Los ojos me asustan. Tiembla todo.
—¿Estás enojada?
—No... pero...
—Mi hermana dijo que si te
enojabas me querías, maití.
—Tu hermana está bien loca. Deberías
alejarte de ella.
La figura de Gisella allá en la
carpa ya no se me antoja fraternal, despide un aura amarilla, me llega como en
pedacitos, igual que esquirlas de una bomba en pleno estallido. Se ha dado
cuenta de que la escudriño y huye metiéndose a una carpa.
—Si lo volvés a hacer no te hablo
nunca más, ¿entendés?
—Sí, maití—dice él, vehementemente,
moviendo mucho la cabeza y balanceándose de una pierna a la otra, con una
sonrisa tan inocente que duele. Se lleva un dedo a la boca para jurarme, y con
la otra mano abierta sobre el pecho me masculla—. No te enojes con ella, que me
quiere, maiti, como yo te quiero a vos.
2 comentarios:
¿Cómo es posible saber cómo quiere una persona a otra? ¿Cómo se mide el amor? ¿El algodones manchados de sangre? ¿En palabras? ¿Gestos? ¿Miradas o rencores?
Saludos
J.
Queda en evidente en este relato que no importa las situaciones, lo que realmente cuenta en la vida de la gente son los sentimientos.
Un abrazo. Franziska
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