miércoles, 25 de septiembre de 2013

No te enojes con ella

Se está crispando, y no sé por qué. Tiene el pelo más enquilombado que nunca, pero rehúsa atárselo. Lo irónico es que así le sienta bien, va con su naturaleza. Sus ojos me miran fijo, sus manos me sostienen del mentón, busca no sé qué cosas escarbándome la vista con esos punzones verdes.
—Juan María... ¿qué?—replico, más desconcertada que nunca.
—Te dije que me llamaras Juanma.
Echo un vistazo a la gente allá en los toldos de la feria, la veo a Gise acomodando sahumerios en vasitos cónicos. Me llega el olor de la malva. Lucas está chiflando para convocarnos a comer. Juanma me aprieta fuerte y me suelto. No es un adolescente seguro y revoltoso, es tranquilo, de los que creen que hay algo que demostrar.
—¿No es María, no?
—Sí, pero no me gusta.
—Lo que te fumaste, Juanma.
—No.
—¿La fumaste?
—No.
Lo agarro de la muñeca y le volteo el brazo. Tiene un algodoncito puntillosamente sujetado con cinta ancha de primeros auxilios color celeste, está firmada por dos personas, como rito iniciático. Empapado el algodón. Se lo quito para ver el desastre, pero descubro que no se ha pinchado a lo novato, de modo que debieron inyectársela.
—Qué te pusiste. Se te va a hacer un moretón enorme.
—¿Te importa?
—El moretón, no... ¿qué te metiste, nene?
Se encoge de hombros, con el labio inferior perdido adentro de la boca intenta gobernar el movimiento casi arbitrario de sus ojos. Los ojos me asustan. Tiembla todo.
—¿Estás enojada?
—No... pero...
—Mi hermana dijo que si te enojabas me querías, maití.
—Tu hermana está bien loca. Deberías alejarte de ella.
La figura de Gisella allá en la carpa ya no se me antoja fraternal, despide un aura amarilla, me llega como en pedacitos, igual que esquirlas de una bomba en pleno estallido. Se ha dado cuenta de que la escudriño y huye metiéndose a una carpa.
—Si lo volvés a hacer no te hablo nunca más, ¿entendés?
—Sí, maití—dice él, vehementemente, moviendo mucho la cabeza y balanceándose de una pierna a la otra, con una sonrisa tan inocente que duele. Se lleva un dedo a la boca para jurarme, y con la otra mano abierta sobre el pecho me masculla—. No te enojes con ella, que me quiere, maiti, como yo te quiero a vos.

2 comentarios:

José A. García dijo...

¿Cómo es posible saber cómo quiere una persona a otra? ¿Cómo se mide el amor? ¿El algodones manchados de sangre? ¿En palabras? ¿Gestos? ¿Miradas o rencores?

Saludos

J.

Franziska dijo...

Queda en evidente en este relato que no importa las situaciones, lo que realmente cuenta en la vida de la gente son los sentimientos.

Un abrazo. Franziska