domingo, 4 de enero de 2009

Ensayo sobre la esperanza

....Una esperanza. ¿Una esperanza? Una esperanza es algo. Pero qué. Una esperanza cuando pide de cortejo dinero tiene seis patas como el pan de Fermín Eguía, y usa esas patas para correr tal cual le dicta su naturaleza esquiva. Porque la esperanza es tal siempre y cuando no se cumpla, una vez que se realiza lo ansiado la esperanza muere, caduca, es derrotada, pero mientras no se realiza y el tiempo se ensancha a su antojo, la esperanza usa sus muchas patas, que a diferencia de la mentira son altas, altísimas, para correr, para ganar distancia, entonces es cuando sobreviene el riesgo de que se cristalice en sueño. Y quién puede culparla de no querer morir, de correr para salvar el pellejo. Yo no. Aunque mientras la esperanza más se aleja de su cazador (que puedo ser yo o cualquiera, pero más seguro todos) más se metamorfosea en sueño, y a ella eso le irradia placer, se siente como el patito feo que pronto descubre que en realidad no es patito feo sino cisne. Pero los sueños, mi amigo, sueños son. Los sueños por naturaleza están un escalón más arriba que las esperanzas en el rudimentario depósito de lo inalcanzable. Por eso muchos nos desesperamos y no cesamos de trotar desenfrenadamente tras la esperanza marcada, pues conocemos el terrible secreto que guarda dentro de sí misma: su propia esperanza. Es decir, la esperanza de la esperanza.
....Claro que sí, la esperanza también tiene esperanzas y todas ellas apuntan hacia un mismo foco: librarse de su depredador, alejarse lo más posible del peligro, convertirse en sueño. La esperanza añora convertirse en sueño desde que nace, pero nosotros, sus predadores, la necesitamos de alimento y salimos a cazarla. No es que no nos conformemos con sueños, es que los sueños también tienen esperanzas, que a su vez tienen sueños, y estos últimos consisten en ganar el grado de imposibles. Un imposible es un ser victorioso y soberbio que mira a sus subalternos por debajo del hombro y no recuerda su pasado humilde, sus antecedentes de trote, cuando era como ellos y escapaba de nosotros con la adrenalina a flor de piel, es una entelequia que no recuerda que nació esperanza, se perfiló sueño con mucho sacrificio y padeció muchas humillaciones antes de convertirse en imposible. Porque el imposible es ante quien se postran las esperanzas y los sueños para pedir profesionalización y consejos de mantenimiento, el imposible es el sumo maestre de una sociedad maratónica donde la magistratura es cuestión de vida o muerte. Y como ni las esperanzas ni los sueños quieren morir, o sea perecer bajo nuestra consecución, es que adoptan el arte de la huida como un patrimonio de vida y se perfeccionan con los más altos imposibles que coexisten y se dedican a la transmisión del saber sofístico (perdone aquí la obvia redundancia etimológica que es menester cometer).
....Pero volvamos a la conceptualización de la esperanza. La denominación esperanza, tal cual su nombre lo indica, debe su título a la espera. Su mayor debilidad es la espera, es como ese pato que yo quería agarrar cuando era chica , de visita en el campo de mi tía, mientras más veloz lo perseguía más de prisa se libraba de mí, trotaba con ese paso oscilante de animal con patas membranosas y espatuladas y hasta llegaba a dar efímeras y vertiginosas incursiones de vuelo mediante las cuales, sin saberlo él, me aleccionaba; así de ligero advertí que la mejor manera de concretar una aproximación que valiera la pena era de puntillas, avanzando lento, parsimoniosamente, con las pupilas puestas en otra cosa y simulando distracción que en nada incluyese al mencionado bicho. Y seamos indulgentes los lectores con la palabra bicho, porque acá en Argentina bicho se designa tanto a los insectos, como a los mamíferos, reptiles, aves, peces, antílopes y, con mayor recurrencia aún, a toda cosa que se mueva por sí misma y que se vea por primera vez. Entonces, si decíamos que la debilidad, la criptonita de la esperanza es la espera, convengamos que una de sus estrategias de autoevacuación tendrá por técnica la apelación directa a la des-espera(ción) del perseguidor.
....Esta des-espera(ción) puede lograrse por varias vías. En los casos más simples la esperanza erguirá su cuello simulando tenerlo muy delgado y largo, levantará su hombro derecho y nos lanzará una mirada intimidante, dejará que nos acerquemos un poco disimulando su temor a ser aprehendida y nos balanceará un pie engreídamente; si tiene talento, de esta sutil manera nos convencerá de que es un imposible y, por ende, impune a nuestra vehemencia. Otro modus operandi no menos calificado es el de la liberación por cansancio; la esperanza, al atisbar nuestra intención captora iniciará un desalmado maratón que sostendrá por un fuerte lapso, como sólo una esperanza con entrenamiento puede hacer, que luego frenará bruscamente y reiniciará cuando estemos a punto de ganar una distancia relevante; repetirá eso tantas veces como le sea necesario, hasta que nuestro agotamiento la exima por completo. Las hay menos profesionales, claro que sí, esas tratan de esconderse, no recurren a la alquimia ni a las artes suasorias como las catedráticas, sino al rudimentario camuflaje. Hasta las hay tan ingenuas que llegan a cometer los errores más infantiles, como por ejemplo el de perder valioso tiempo de fuga y hasta perecer por voltear a sacar la lengua al acosador, vituperar, dar escupitajos, coces, usar las cosquillas, decir que son el cuco, y cosas así. Las hay también que son expulsadas de la comunidad de las esperanzas, son las que se enferman del síndrome de estocolmo y se lanzan a los brazos del asediante sin prever que con esa acción suicida ponen en peligro a las jóvenes recién iniciadas que pueden seguir su ejemplo y verse seducidas por un intrépido, astuto y tenaz acechador que ha encontrado la palabra mágica que las cautiva invariablemente.
....Oh, claro, no nos olvidemos, que el mundo de las esperanzas es el vivo reflejo del mundo de los humanos, por ende también existe la corrupción, el tráfico de secretos, esperanzas que venden a otras esperanzas, esperanzas que tienden trampas a sus prójimas y esperanzas de tan baja autoestima que se venden a sí mismas por el efímero placer de sentirse por un momento irrealizables porque saben que no lograrán jamás graduarse de imposibles. Y no es que no sean flexibles a la idoneidad humana, la valentía, a la seducción o a la persistencia, sino que tardan en caer, su propio avatar deshonesto las ensordece, son esperanzas tan vanidosas que sacrificarán su vida por la apariencia y pedirán dinero a cambio por esa inmolación. Seguro que les está enterneciendo la descripción, pero ese no es mi objetivo, si les estoy presentando a la más caprichosa de las prostitutas.
....Las esperanzas son bichos que, al igual que todo lo que hay en el mundo humano, es flexible a la calificación. Aunque por supuesto sería extenso, tedioso e infinito texto este si se intentara pormenorizar aquí cada tipo, categoría y subcategoría de esperanza que existe y que anda dando vueltas por la red interestelar de neuronas. Bástese con mencionar que las tipificaciones más recurrentes suponen una distinción por grado de duración, grado de intensidad, grado de ética, grado de espiritualidad, grado de materialidad, o simplemente por naturaleza. Pese a estos estudios su existencia o su inexistencia no puede ser probada científicamente.
....La esperanza es algo, simplemente algo. ¿Pero qué? Un bicho taimado que tiene patas largas, que corre como guepardo, ladino, voluble, que estudia para político, perdón, para mentiroso, despistado, que se vende o se enamora, que quiere cagar más alto que el culo, que engatusa al primero que encuentra, que mira con ojos de basilisco, que se esconde atrás de las cosas, que se esfuma por largos períodos de sequía, que ilusiona y decepciona, que nos quiere matar de inanición, que causa desesperación y demencia, que putea y saca la lengua, que hace sudar la frente y llorar lágrimas de sangre, que arranca suspiros, alaridos y rabietas, con la versatilidad de un payaso, con la rudeza de un orangután...
....Pero qué sería de nosotros sin las esperanzas, esas entidades a las que pisoteamos, burlamos, vendemos, compramos, estafamos, usamos, olvidamos, negamos, maltratamos y hasta asesinamos la mayor parte de veces mientras ellas se obstinan en vivir y plagarnos la cabeza con el mal necesario: la fe en su propia existencia. ¿Y tan justo nosotros las juzgamos? Pero como la excepción confirma la regla, lo que no mencionamos es que hay esperanzas inteligentes e intuitivas, que son las que creen en la vida después de la muerte, las que se suicidan en nuestros brazos por amor convencidas de que las haremos renacer como el fénix una y otra vez en variadas formas y esencias, son las que renuncian a la sustancia y al orbe artificial de su propia comunidad, las que reniegan de la cabeza que las alberga y deciden soltarse de la terraza del cerebro que les da cabida para internarse a vivir para siempre en las profundidades uterinas del corazón como un fiel cautivado por su dios. Lo más difícil no es juzgarlas, lo más difícil es decidir acertadamente qué hacemos con éstas.

2 comentarios:

Nelson dijo...

Qué buen texto, de verdad, y qué extraños seres resultaron las esperanzas para aquellos tontos como yo que nunca se pusieron a pensar en ellas.
"Bendito aquel que nada espera pues no recibirá decepciones", dice una frase que oi en algún lugar.
Yo espero poco, sin embargo pareciera que vivo en una espera permanente.
Tampoco es cuestión de confundir una simple espera de consultorio médico (dicho sea de paso es la más deshumanizada de las esperas) con la espera de lograr lo que uno se propone.
Es cuestión de talento esto, de técnica, de paciencia esto de agarrar a la esperanza de las bolas (aunque dudo de que los tenga tratándose de un sustantivo femenino) y doblegarla.
Quizá siendo seductor y poniéndose un buen perfume resulte más fácil. O quizá, tan sólo, baste con no pensar demasiado.

Anónimo dijo...
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