jueves, 16 de abril de 2015

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   Qué fustrante debe ser para M. Sonrío, trato de mirar el orbe con sus ojos. Mi escepticismo es un "puede ser" transferido en sonrisa. Un "puede ser" que no se deja seducir por promesas deslumbrantes. Solía molestarme ese gesto en una tía, esa sonrisa de adulto que consiente a un niño, una sonrisa afable y fácil de desenmascarar. Eso debo parecer. En algún aspecto mi sonrisa es violenta, pero ¿hasta qué punto no es violento tratar de convencer  a otro? ¿hasta qué punto no te mereces una sonrisa de adulto que consiente a un niño si intentas convencer a otro sobre un credo?
   Hay sol y Laura llamó para que fuéramos a tomar los medicinales veinte minutos de sol. ¿Aguantará mi columna? Espíritu de Frida, socorrome. Voy a echarme en la gramilla. Está todo verde por las lluvias, crece la dichondra formando colchón en la sombras y la gramilla espesándose en el sol. 
   "Estás derechita" dijo la fisioterapeuta, antes de ponerme las manos en la espalda. Después, se limitó a tratar de corregir el dolor. Ella lo palpa. A veces pienso que sería de gran utilidad un detector de dolor, así una se evitaría escuchar comentarios incrédulos basados en la apariencia, apreciaciones con dejo insidioso del tipo: "te veo tan bien..."
―Hiciste bien, sabés―dice R., que no quiere venir a tomar sol.
―Ya no sé qué es mejor.
―Creo que M te quiere salvar del Samsara. 
―Me di cuenta...
―¿Crees que exista?
―No sé, pero si existe ya estoy salvada... y en contra de mi voluntad, además.
―Amén. El martirio es una bendición..

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