Después de luchar contra su resistencia abriéndole el
hocico, como dice el video, y metiéndole las pastillas a la fuerza, para
después masajearle la glotis mientras con la otra mano le mantuve la boca
cerrada... Después de haber batallando con sus patitas por hora y media, de que
me retirara las manos y se moviera como un caballo maltratado... Luego de verle
regurgitar la medicina que había ingerido escondida en el alimento, una y otra
vez... Pasado todo eso, gastada en repetidos intentos en los que improvisé
diversas y absurdas tácticas, me quedé por fin con los brazos caídos, resignada.
En una queja venida de la más desoladora impotencia, le dije:
―No vayas a tomarte las pastillas, eh. No. No. No…
La perra me miró entonces con su cara aburrida y disgustada.
Caminó dos pasos hacia el contenedor del alimento donde reposaban los pedazos
hechos pasta de la medicina, y se los tragó uno por uno. Al terminar, le pasó
la lengua al recipiente.
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