Tengo una florería y, en mis tiempos libres, escribo en un
blog de ficción. Mi vecino lee todo lo que subo y se cree todo lo que escribo.
Cansada de que confunda mis personajes conmigo y de leer consejos que es poco
probable que mis protagonistas agradezcan, y mucho menos yo, posteé un relato
corto en el que varios hombres recuperaban a sus ex parejas luego de hacerse
compradores compulsivos de flores. Ahora, por lo menos, le saco algo de provecho
a su molesta costumbre de desconfiar de mi capacidad de inventiva.
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