jueves, 1 de marzo de 2018

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Llevo un buen rato pensando en un seudónimo y ninguno me convence. Preparo el mate, miro la mata de espinaca rastrera, miro al gato que me enfoca fijo, con ojos amarillos. Los gatos logran quitar la cotidianidad a cualquier cosa, con su mirada fija, expectante, vuelven todo sumamente relevante. Pero la tarde ha transcurrido lenta, a pesar de la curiosidad de los gatos y de mi ansiedad por encontrar un seudónimo. Muy lenta, como siempre que me abruma el dolor y me asalta la consciencia de las cosas inminentes.
Un mensaje, que hace dos años podría haberme alegrado el día, ahora cae en saco roto, y es casi una molestia, algo a lo que ni sé si responder. Hay quien deja correr el agua pensando que el agua estará siempre ahí.
"Qué querrás vos de mí", pienso. Pero respondo que bien, que gracias, que espero ande también estupendamente y que le mando un gran abrazo. No acodo ninguna pregunta.
Sé que no habrá mensaje de vuelta a menos que su empeño le haga saltarse mi evidente falta de interés.
Tomo un mate cargado y alguien viene a mi mente como un flash. Aprieto los ojos para perderlo. Es una persona que siempre está colándoseme, devolviéndome una sonrisa debajo de los sauces, allá en el arroyito. 
A veces pienso que me he quedado suspendida en pequeños momentos diseminados a lo largo de mi existencia y que ya no estoy aquí, que ya no estoy más. Que en algún momento impreciso he dejado de existir y mi fantasma espera que algo o alguien, mágicamente, lo devuelva a la vida.

4 comentarios:

Guillermo Altayrac dijo...

¡El tiempo es simultáneo, Noelia!
Muy bello texto.
Abrazo.

Marisa dijo...

Observar con inteligencia y pensarse a uno mismo. La receta ideal del vivir.
Un abrazo, Noelia.

Noelia A dijo...

Guillermo, no sé si es bello, es honesto, eso sí. Jaja, gracias. Abrazo grande.

Noelia A dijo...

Marisa, sabias palabras, rato que no te leí compañera. Ando ausente del blog. Un gusto, abrazo enorme.